En 2009, durante la recepción del entonces Premio Príncipe de Asturias, Richard Serra dijo ser un gran admirador del artista vasco Jorge Oteiza, al que calificó como su “alma gemela” por “la intensa soledad que manifiesta” su trabajo y que “conecta con un carácter existencial remoto” que reconoce en sí mismo.

El Guggenheim de Bilbao se mostró ayer “profundamente triste” tras conocer la muerte del escultor y destacó la relación “muy especial” y la “tremenda generosidad” mostrada por el artista con el museo. Igualmente, subrayó “la admiración” que sentía por la escultura vasca, y que “siempre demostró en público” por Jorge Oteiza y Eduardo Chillida.

Lucía Aguirre, curator del Guggenheim, dijo que siempre fue un artista especial para el Guggenheim, al que “regaló” la gran instalación La materia del Tiempo. La especialista afirmó que Serra es de esos artistas que “van a pasar a la historia del arte, no solamente del arte contemporáneo, sino por lo que ha aportado al arte en general”. Serra fue “un artista que ha estudiado, ha conocido, ha aprendido mucho del resto de los artistas porque era un gran conocedor de la historia del arte, tremendamente respetuoso y enamorado de la obra de otros artistas”, apuntó Aguirre. Y añadió: “Era una maravilla y un placer escucharle hablar de los grandes, no solamente de escultores, sino de pintores o dibujantes, con un respeto y con una admiración que no evitó que él no quisiera evolucionar y ir más allá de lo que habían hecho todos ellos”.

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La obra del escultor Richard Serra, en imágenes Deia

En cuanto a su relación con el arte vasco, en especial, la escultórica, la curator indicó que “conocía muy bien el arte vasco” y recordó que su primer encuentro con Jorge Oteiza fue en 1983, en el Bellas Artes de Bilbao, donde expuso junto al artista de Orio y también de Eduardo Chillida y Frank Gehry. Fue entonces, en un encuentro con alumnado de la UPV de la mano de Txomin Badiola y Darío Urzay, cuando descubrió la primera caja vacía de Oteiza. En 1992, instaló en el exterior del Guggenheim de Bilbao la pieza Plow (Arado), que dialogaba con Chillida y Oteiza.