Quizás quien lea estas líneas y habiéndose fijado primero en el título, crea que esta carta se refiere a esos lugares remotos con algo de vegetación y un poco de agua, que suelen encontrarse en desiertos arenosos de África y Asis. O quizás, les venga a la mente si son ya de una edad, exactamente de esa que quiere rememorarlos en los tardeos, una banda inglesa de Mánchester con los hermanos Gallagher a la cabeza. 

Sin embargo, hoy quiero referirme a la acepción de oasis como refugio, descanso o tregua en las penalidades o contratiempos de la vida. Todos necesitamos, en ocasiones, ese alivio o ese respiro que nos vuelva a centrar en el día a día. Pero lo verdaderamente importante es dónde encontramos ese lugar y sobre todo quién nos lo hace sentir.

El domingo día 5 de mayo, día en que se escriben estas letras, ese oasis tiene nombre de mujer. Tiene nombre de madre. Y cómo no, todos los días son cinco de mayo, pero si necesitamos oasis, busquemos y encontremos esos lugares y esas personas. 

Porque a veces nos falta luz o nos falta un ordenador para escribir o un techo donde guarecernos, pero existen rosas, o folios blancos y bolis de tinta negra. A veces alguien te presta su casa y te deja unas llaves, o alguien se preocupa y ayuda a que consigas aquello que necesitas. 

A veces hay silencio, pero podemos gritar. A veces, queremos enfadarnos y podemos hacerlo, pero en nuestro oasis podremos respirar y pensar.

Que los pájaros en la cabeza monte impidan descubrir tu oasis.