El último disco de Lendakaris Muertos se titula Mucho asco (casi) todo, y en las canciones vuelven a tirar de humor y de ironía. En relación al humor, ¿uno puede reírse de todo? ¿O hay que poner un paréntesis, como en el título del álbum, y solo puede reírse de (casi) todo?

–Yo creo que uno se puede reír de todo siempre que lo haga bien, con gusto y sin caer en la chabacanería. Que igual nosotros caemos, pero no es nuestra intención. Pero creo que sí, te puedes reír de todo.

¿No hay ningún tema tabú?

–No. Siempre que lo hagas con gracia, yo creo que no. Por ejemplo, últimamente nos han preguntado si vamos a seguir tocando la de Cómeme la franja de Gaza, que habla de Palestina, y decimos que sí. La cosa siempre ha estado mal allí, cuando hicimos la canción ya estaban las cosas así.

¿Y ese humor puede protegerles a la hora de decir según que cosas? Tienen frases que, lanzadas en otro tono, podrían haberles causado algún problema, ¿no?

–Claro. De otra manera, seguramente no se podría hacer o sería diferente. A lo largo de la historia, el humor siempre se ha utilizado precisamente para criticar al poder con el beneplácito de este. Lo hacían los bufones de la corte y se ha dado en diferentes expresiones artísticas, sobre todo en la música. Nosotros siempre lo hemos utilizado y sí, puede ser una licencia que te dan. Como bien dices, si lo dijeses de una manera seria y en otro contexto, no se podría hacer, tendría consecuencias graves para el que lo ha hecho. Pero en nuestro caso, al utilizar el humor, es una especie de vaselina para que todo pueda entrar bien (risas).

Me llama la atención su manera de preparar los discos: no empiezan a componer las canciones hasta que tienen próxima la fecha de entrar en el estudio.

–Sí, lo hemos hecho siempre así. Al final, Asier y yo hacemos las canciones, la letra y la música, y constantemente estás apuntando cosas, antes en una libreta y ahora en el móvil. Pero eso son ideas. Hasta que no arrancamos con el proyecto del disco, no nos ponemos a trabajar en las canciones. Yo no llego hoy a mi casa y me pongo a componer, solo lo hago cuando vamos a grabar. Tiene su peligro, pero también te da más frescura, porque no tienes tiempo de darles mil vueltas a las cosas. Las primeras ideas que te salen son las que van al disco, para lo bueno y para lo malo. De momento, más para lo bueno, porque siempre lo hemos hecho así y no nos ha ido mal, así que seguiremos utilizando este método.

¿Y no sienten mucha presión al hacerlo así? Se la juegan a que les salgan todas las canciones en un intervalo de tiempo muy corto… Es como lo que se les dice a los estudiantes de que es mejor estudiar día a día y no dejarlo todo para el final, ¿no?

–Sí, pero es que como yo hacía lo mismo en el instituto… (risas). Será por eso.

Últimamente se dice que hay artistas que ya crean canciones muy cortas pensando en la duración de los vídeos de Tik Tok. Lendakaris Muertos no han tenido que adaptarse, porque siempre han apostado por las canciones muy cortas, y cada vez más, de hecho.

–Eso es. Vamos destilando las canciones. Nosotros lo hacíamos así incluso cuando la música no se consumía de esta manera, pero en este disco lo hemos hecho mucho más. Ha sido premeditado. Cuando hacía las canciones, que son de estructura clásica, estrofa - estribillo - estrofa - estribillo, intentaba dejar todo en el esqueleto. No teníamos ningún ánimo de adaptarnos a nada, pero me da la sensación de que ha funcionado bien, la gente ha entrado bien en algo tan corto y que va tan a lo preciso.

Han llevado la fórmula al extremo y han grabado la canción más corta de la historia. Le han quitado el récord a Napalm Death…

–Sí, técnicamente, la nuestra dura menos, y tiene texto, tiene melodía, tiene instrumentación… Les hemos ganado a los Napalm Death (risas).

Con esas canciones tan cortas, si hiciesen conciertos como los de Springsteen, les daría tiempo a tocar toda su discografía.

–(Risas). Sí, es así. Nuestros conciertos suelen durar hora y media, más o menos, y tocamos unas cuarenta canciones. Si nos dieran el doble de tiempo, tocaríamos casi todas. Pero en nuestro caso no tendría sentido; puedes ver al Drogas y tragarte tres horas de concierto y muy bien, pero con nosotros, dada la intensidad y el formato, creo que es mejor un concierto corto.

Hablando del repertorio, ¿cómo están haciendo el de esta gira? Porque presentan disco, pero también celebran los veinte años del grupo.

–Hacemos una mezcla. Hay canciones que no podemos dejar fuera, los clásicos que la gente quiere escuchar y que a nosotros también nos gusta tocar. También hemos recuperado canciones viejas que hace mucho que no tocábamos. Y hemos metido canciones nuevas, nos gusta siempre defender los discos nuevos. Además, este disco en concreto está funcionado muy bien, el público se sabe las canciones y nos las pide. En ese aspecto, somos privilegiados. Está claro que hay gente que va a escuchar la del Oso panda, la de ETA, deja alguna discoteca y todas esas, pero también hay gente que quiere escuchar las más recientes. Eso es señal de buena salud en una banda.

También es señal de que su público se ha rejuvenecido y es heterogéneo. ¿Podíamos decir, jugando con el título, que Lendakaris Muertos gustan a (casi) todo el mundo?

–Sí. Cuando empezamos, en nuestros conciertos solo había tíos, punkis y chavalería. Luego ya empezaron a verse más chicas y gente más variada. Y hoy en día el abanico es muy amplio: sigue habiendo gente joven, que está muy bien, gente que vivió la movida de los ochenta, que ya han sido padres y madres y que incluso vienen con sus hijos e hijas… Hay de todo. Hay también gente de otros países, sudamericanos, gente del este… De todo, como tiene que ser.

Habla de sus inicios, de los que se cumplen ahora veinte años. Imagino que entonces no esprarían durar tanto tiempo.

–Qué va, para nada. Asier y yo veníamos de otros grupos, llevábamos ya quince años en el mundo de la música, tocando en bandas, pero sin conseguir nada, como quien dice. Con Lendakaris, desde el principio vimos que la cosa marchaba. En lugar de tener que llamar nosotros a los sitios para que nos dejasen tocar, nos llamaban a nosotros. Ahí descubrimos que había otra forma de estar en un grupo. Pero nunca pensamos que iba a durar tanto. Estábamos a gusto y seguíamos, pero creo que ninguno de nosotros hubiera pensado que después de veinte años íbamos a estar así, como estamos ahora.

¿Y ahora? ¿Esperan durar otros veinte años?

–Sí, yo creo que no hay vuelta atrás. Lo que verdaderamente nos une a todos los que estamos en la banda es la pasión por la música y por tocar en directo. Es lo que nos ha movido siempre. Es importante que te guste montarte en la fuego e irte a lugares lejanos a tocar. Además, cada vez nos va mejor, así que yo creo que veinte años más, seguro. Bueno, también seremos más viejos, habrá que ver cómo estamos.

Dentro de veinte años llevarán cuarenta, que es lo que duró Siniestro Total, un grupo con el que tienen muchos nexos de unión. Ellos se despidieron con un disco que se titulaba 40 años sin pisar la Audiencia Nacional. En su caso, ¿qué le parece más difícil, aguantar cuarenta años o no pisar la Audiencia Nacional?

–(Risas). Pues creo que veo más difícil pisar la Audiencia Nacional que estar otros veinte años, sinceramente. Igual hace unos años no te hubiese contestado esto, pero ahora mismo sí. Si ya no la hemos pisado, no creo que la pisemos.

Toquemos madera.

–Eso es, toquemos madera (risas).